Redacción de 18

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@ -3488,21 +3488,81 @@ constantes en su generalidad pero aisladas en su pretensión pública.
Solo a través de generalización es posible percibir en todo ello
un conjunto que semeje a una esfera.
En un «marco teórico» que percibe a la producción y comercialización
de bienes culturales como un compuesto de tres esferas ---el
creador, el distribuidor y el público---, los modos de uso de
la +++PI+++ y de los +++BC+++ exhiben una interacción constante
entre dos actores. La esfera autoral queda supeditada al distribuidor,
mientras que la esfera pública habita entre los vericuetos que
permiten las relaciones de producción ejecutadas por el reproductor
e inspeccionadas por el Estado. Es decir, las políticas y las
economías permitidas en el quehacer cultural tienen un fuerte
matiz a partir de lo que se hace posible a través de las negociaciones
entre entidades privadas e instituciones gubernamentales. Tal
vez las futuras teorías sobre la producción cultural ---humanistas
o no--- tendrán el cometido de buscar categorías que vuelvan
inoperantes estos modos de producción. ¿Cómo es eso posible?
Se trata de una pregunta más por contestar y que queda fuera
de los parámetros de esta investigación.
# 18. Una teoría común de la producción cultural
# 18.
En un «marco teórico» que concibe la producción y comercialización
de bienes culturales compuesto por tres esferas ---el creador,
el distribuidor y el público---, los modos de uso de la +++PI+++
y de los +++BC+++ exhiben una interacción constante entre dos
actores: instituciones gubernamentales y entidades privadas ---el
productor en su aislamiento, el distribuidor y su control sobre
los medios de producción y un publico que se caracteriza por
el uso, el consumo y la crítica en privado---. Una concepción
de los +++BC+++ como una clase de propiedad pública se contrapone
a la propiedad privada fomentada por la +++PI+++. Sin embargo,
más allá de la disputa sobre el tipo de propiedad que habría
de ser la producción cultural, ambos espectros se entretejen
para dar forma a una teoría en común.
El interés creciente en torno a la +++PI+++, sea para su robustecimiento
o reformación, es la manera más patente de concebir la producción
cultural como la fabricación de bienes adicionales en el mercado.
En la disputa entre quién tiene el control de la infraestructura
necesaria para la producción, reproducción y distribución en
más de una ocasión la iniciativa del código abierto y el movimiento
de la cultura libre ha buscado ser un aliado, en lugar de un
adversario, de los agentes que sustentan dicho control. Desde
compañías dedicadas principalmente al _hardware_ ---como Apple,
+++IBM+++, Intel, +++HP+++, Samsung, Sony, Nintendo o +++LG+++---,
pasando por empresas desarrolladoras de _software_ ---por ejemplo,
Microsoft, Adobe, Electronic Arts, Autodesk, Oracle, Tencent,
Tata o +++SAP SE+++---, hasta plataformas o servicios en línea
---Amazon, Alphabet (antes Google), Facebook, Netflix, PayPal,
Spotify, Alibaba o Baidu---, varias de estas empresas han sacado
provecho de los modelos de licenciamiento de esta iniciativa
y este movimiento. Además, las licencias Creative Commons han
sido abrazadas por diversas compañías debido a la conveniencia
que por lo general representan para la transferencia de capital.
El movimiento del _software_ libre y la iniciativa del código
abierto de manera independiente han apoyado proyectos o empresas
que, aunque según más cuidadosos en torno a los derechos del
consumidor, buscan integrarse en la dinámica actual de producción
y comercialización de bienes; por ejemplo, ThinkPenguin, Technoethical,
System76, Canonical o Red Hat. La iniciativa del acceso abierto
en su estado actual ha quedado en gran parte absorbido por plataformas
que reducen la «apertura» en gratuidad ---la redistribución o
la modificación por lo general quedan restringidas--- y, en su
paso, encuentran otros modelos de acumulación de capital como
es perceptible en Academia.edu o en los distintos «tipos» de
acceso abierto de repositorios académicos como Elsevier o +++JSTOR+++.
Por último, plataformas que hacen caso omiso a los derechos de
autor ---Pirate Bay, LibGen, Aaaaarg, Sci-Hub, Memory of the
World entre otras--- u organizaciones ligadas al _copyfarleft_
o a la privacidad en internet ---Tor, +++P2P+++ Foundation, Sursiendo,
el Rancho Electróncio o En Defensa del Software Libre--- son
las que muestran una mayor resistencia ante los modelos actuales
de comercialización de bienes culturales. No obstante, tienden
a detentar un rango de acción restringido ---muchas veces consciente
y estratégico--- o esporádico ---enfocado a campañas o eventos
en específico---.
Categorías que se pensaban inoperantes para la dinámica de la
explotación de capital, como la «libertad» y la «apertura», han
evidenciado su efectividad para el incremento de las metafísicas
o las tecnologías de la creación y para la distribución desigual
de la riqueza. El panorama, aunque quizá desolador, ofrece la
oportunidad de encontrar nuevos «marcos teóricos» ---humanistas
o no--- para comprender el funcionamiento contemporáneo de la
producción de bienes culturales, así como de dar pie a una apertura
del horizonte que permita la constitución o la consolidación
de otras prácticas relativas al quehacer cultural. En la actualidad
se hace cada vez más evidente la necesidad de otros «marcos»
---por ejemplo, la lucha del anti-996 o la crisis de la +++FSF+++
o de +++CC+++ después de la controversia de Jeffrey Epstein---
que permitan llevar a cabo estrategias para al menos experimentar
con otros modelos de organización en torno a la producción cultural.
La tarea no es sencilla, pero entre la complejidad y la diversidad
de problemas abiertos cabe la posibilidad para llevarla a su
cumplimiento.