Seguimiento de la redacción del póster

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@ -40,15 +40,15 @@ los usuarios que la generan.
En el lado del cliente existe esa tenue garantía del respeto
a lo que unos llaman datos o información y, otros, _propiedad_
o _bienes_ digitales. Sin embargo, del lado del servidor las
tecnologías y técnicas que hacen posible la masificación de productos
y servicios digitales se cubren con un velo de misterio. La cantidad
de personas y comunidades con la capacidad para auditar los modos
de producción en como estas compañías operan es relativamente
escaso. No es por falta de preparación o una ausencia abismal
de recursos técnicos, sino por los armatostes legales que imposibilitan
el análisis de estas infraestructuras, en lugar de alentar su
transparencia y debate público.
o _bienes_ digitales. En el lado del servidor las tecnologías
y técnicas que hacen posible la masificación de productos y servicios
digitales se cubren con un velo de misterio. La cantidad de personas
y comunidades con la capacidad para auditar los modos de producción
en como estas compañías operan es relativamente escaso. No es
por falta de preparación o una ausencia abismal de recursos técnicos,
sino por los armatostes legales que imposibilitan el análisis
de estas infraestructuras, en lugar de alentar su transparencia
y debate público.
No se trata ya de infraestructuras públicas que el Estado distorsiona
para evitar su correcta evaluación, sino de modos de organización
@ -59,82 +59,52 @@ nacionales e internacionales. Desde los derechos de autor, patentes
y marcas, pasando por el diseño industrial, las denominaciones
de origen y los derechos conexos, y hasta los secretos comerciales,
esta «economía de los datos» asegura su permanencia y expansión
a través de las legislaciones de +++PI+++ que por un lado permiten
el uso gratuito de sus productos y servicios, pero por el otro,
refuerzan la inaccesibilidad a los modos de producción, reproducción,
distribución y conservación (+++PRDC+++) que los hace posible.
a través de las legislaciones de +++PI+++. Por un lado permiten
el uso gratuito de sus productos y servicios. Por el otro, refuerzan
la inaccesibilidad a los modos de producción, reproducción, distribución
y conservación (+++PRDC+++) que los hace posible.
En 2015 el Centro Regional para el Fomento del Libro en América
Latina y el Caribe señaló una balanza «ampliamente deficitaria
para la región». El déficit para 2013 fue de 9,444 millones de
dólares, casi el doble del 2005, donde los egresos ascendieron
a 10,548 millones de dólares y los ingresos solo fueron 1,104
millones de dólares ---¿qué nos depara para 2020 según esta tendencia?---.
Esto representa una diferencia de casi 1/9. Por cada dólar que
se ganó por concepto de derechos de autor, patentes, marcas,
diseño industrial, denominaciones de origen, derechos conexos
o secretos comerciales, en América Latina y el Caribe se pagaron
8.5 dólares por los mismos conceptos.
Respecto a la economía de la +++PI+++, en 2015 el Centro Regional
para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe señaló
una balanza «ampliamente deficitaria para la región». El déficit
para 2013 fue de 9,444 millones de dólares, casi el doble del
2005, donde los egresos ascendieron a 10,548 mdd mientras que
los ingresos solo fueron de 1,104 mdd ---¿qué nos depara para
2020 según esta tendencia?---. Esto representa una diferencia
de casi 1/9. Por cada dólar que se ganó por concepto de derechos
de autor, patentes, marcas, diseño industrial, denominaciones
de origen, derechos conexos o secretos comerciales, en América
Latina y el Caribe se pagaron 8.5 dólares por los mismos conceptos.
No obstante, globalmente en 2013 los ingresos por +++PI+++ llegaron
a 279,511 millones de dolares, donde 129,178 de ese dinero terminó
en Estados Unidos, lo que representa el 46% ---¿qué le depara
a ellos para 2020?---. Es decir, con los puros ingresos de +++PI+++
de ese año Estados Unidos recaudó 117 veces más que toda América
Latina y el Caribe. Los egresos de ese año en Estados Unidos
fueron de 39,016 millones de dólares. Por cada dólar que en Estados
Unidos se ganó por conceptos de +++PI+++ durante el 2013, este
país gastó 0.30 dólares por el mismo concepto.
a 279,511 mdd, donde 129,178 mdd terminó en Estados Unidos, lo
que representa el 46% ---¿qué le depara a ellos para 2020?---.
Es decir, con los puros ingresos de +++PI+++ de ese año Estados
Unidos recaudó 117 veces más que toda América Latina y el Caribe.
Los egresos de ese año en Estados Unidos fueron de 39,016 mdd.
Por cada dólar que en Estados Unidos se ganó por conceptos de
+++PI+++ durante el 2013, este país gastó 0.3 dólares por el
mismo concepto.
Esta enorme disparidad entre una y otra región puede tener muchos
nombres, varios de ellos problemáticos o poco atractivos pero
que hacen explícito el desbalance que representa la economía
de la +++PI+++ para América Latina y el Caribe, y la enorme plusvalía
que esta economía implica para Estados Unidos, la Unión Europea
o China. Estos términos pueden ser: intercambio desigual, extractivismo,
colonialismo, imperialismo, capitalismo, entre otros. Úsese o
acúñese el término que más convenga para describir el fenómeno
donde la economía de la +++PI+++ genera más del triple de ingresos
para Estados Unidos al mismo tiempo que representa una pérdida
de casi nueve veces para América Latina y el Caribe.
de la +++PI+++. Estos términos pueden ser: intercambio desigual,
extractivismo, colonialismo, imperialismo, capitalismo, entre
otros. Úsese o acúñese el término que más convenga para describir
el fenómeno donde la economía de la +++PI+++ genera más del triple
de ingresos para Estados Unidos al mismo tiempo que representa
una pérdida de casi nueve veces para América Latina y el Caribe.
La economía de los datos y de la +++PI+++ no son del todo asimilables.
Cabe la posilidad de una economía de datos que no requiera el
uso ni el fortalecimiento de las legislaciones de la +++PI+++.
Un ejemplo sería el desarrollo de plataformas donde la comunidad
o los individuos, en lugar de las corporaciones, decidan la manera
justa de repartición de la plusvalía. Ideas sobre estas «economías
de red» pueden encontrarse en el _Manifiesto telecomunista_ publicado
en 2010 por Kleiner.
Por otro lado, según diversos teóricos de la +++PI+++, la protección
de este tipo de propiedad solo es posible a través de la «expresión
concreta de ideas». Es decir, las economías de la +++PI+++ no
restringen el «libre flujo de ideas», sino sus concreciones.
Sin embargo, este argumento obvia al menos dos cuestiones. No
hay consenso sobre qué quiere decir «concretud» ni cuáles son
los factores que la delimitan. Por otro lado, invisibilza el
hecho de que, casi sin excepción, el control sobre la «expresión
concreta» implica también la posibilidad para la aprehensión
de las ideas a las que da «soporte».
Estos problemas no son relevantes para quienes están en la búsqueda
de una teoría de la +++PI+++ ---así es, la +++PI+++ se defiende
a pesar de que entre diversos investigadores, juristas y economistas
existe el consenso de que carece de fundamentación o de definición---.
Entonces, entre las concreciones existen varias que son bienes
tangibles, en lugar de digitales, como las publicaciones impresas,
los +++DVD+++, el _hardware_ o incluso el Tequila o la «firma»
o «marca» de las artesanías elaboradas por comunidades indígenas
de Oaxaca.
El nexo entre ambas economías no es circunstancial. La centralización
de los datos por parte de las compañías y las posibilidades de
uso que tienen sus usuarios para los productos o servicios que
les ofrecen están determinadas por los mecanismos de protección
a la +++PI+++. Los mismos dispositivos que aparentemente protegen
el contenido generado por los usuarios como _propiedad_ suya,
también permite que la infraestructura quede afuera de su alcance.
No obstante, el nexo entre ambas economías no es circunstancial.
La centralización de los datos por parte de las compañías y las
posibilidades de uso que tienen sus usuarios para los productos
o servicios que les ofrecen están determinadas por los mecanismos
de protección a la +++PI+++. Los mismos dispositivos que aparentemente
protegen el contenido generado por los usuarios como _propiedad_
suya, también permite que la infraestructura quede afuera de
su alcance.
El resultado que se tiene con esto es un acceso sobre el producto,
pero no sobre la infraestructura de la producción ni de su organización.
@ -142,7 +112,7 @@ Como consecuencia, el usuario carece de mecanismos democráticos
que permitan su participación en la manera en como se despliegan
las tecnologías y técnicas desarrolladas por la industria. La
intervención estatal también queda limitada, ya que las actuales
legislaciones de la +++PI+++ suponen que esta es propiedad privada.
legislaciones de la +++PI+++ la suponen como propiedad privada.
El Estado supuestamente tiene la responsabilidad de velar por
su protección y su regulación, pero carece de facultades para
intervenir de manera directa sobre su gestación.
@ -155,18 +125,320 @@ la necesidad de que el trabajo intelectual dejara de limitarse
a la elaboración de productos y se enfocara en la función organizadora
de los medios de producción.
No obstante, Benjamin también resaltó un problema en esta tarea.
Las personas que por lo general llevan a cabo este trabajo tienden
a autodenominarse de izquierda, pero la mayoría de las veces
provienen de una izquierda burguesa o son aspirantes a la burguesía.
Por ello, debido a la falta de cuestionamiento de su propia clase
o a su falsa conciencia de clase, no importa qué tanto se propaguen
los motivos revolucionarios, los aparatos de producción no podrán
ser enajenados de la clase dominante por los compromisos y los
intereses que los intelectuales y artistas tienen con ella.
En nuestro tiempo, las nuevas tecnologías de la información y
la comunicación han amplificado las posibilidades de producción
cultural y generación de plusvalía. Sin embargo, en esta infraestructura
regida por bits se observa una paulatina reducción de los receptores
de la riqueza producida que a su vez cuentan con la capacidad
política de fijar su rumbo. Entre _youtubers_, artistas _influencers_
en Instagram, cineastas en Vimeo, intelectuales en Twitter y
científicos con perfiles de Linkedin, se hace evidente que el
quehacer cultural, pese a su crisis estructural, continúa produciendo
_ad hoc_ a la demanda de la cultura de masas.
---
Pero también muestra una cruda realidad. Mientras que estos productores
creen reservar su producción como propiedad, muchas veces se
encuentran sujetos a condiciones laborales precarias o de (auto)explotación,
además del miedo constante al reemplazo o la desactualización.
La garantía ante esta situación es el ofrecimiento gratuito de
tecnologías proveídas por los desarrolladores de _software_.
Schroeder, una prominente teórica de la +++PI+++, indica que
la +++PI+++ es la apropiación por excelencia en las sociedades
capitalistas contemporáneas.
El dominio y explotación de una técnica queda bajo responsabilidad
del productor, mientras que el análisis de su uso permite al
distribuidor el desarrollo de nuevas tecnologías, muchas veces
sin tomar en cuenta el desplazamiento de sus usuarios. Y no solo
eso, mientras que esta nueva casta de productores tratan de capitalizar
lo único que estas plataformas les ofrece ---«exposición» y _likes_---,
los distribuidores hace tiempo extraen su plusvaliá a través
de los datos generados.
¿Cómo es posible que a la par de la alta capacidad productiva,
estos obreros de la cultura se encuentren en una franca alienación?
¿Qué yace ahí que impide a estos productores hacerse cargo del
desarrollo de las tecnologías que permiten la amplificación de
sus técnicas y su sustento de vida, en lugar de estar a la expectativa
de lo que la industria les ofrece? Una hipótesis a descartar
es la ausencia de reacción por ignorancia.
El origen de Amazon fue una librería, el de Alphabet un buscador,
Facebook tuvo su punto de partida con una red social o Adobe
con el +++PDF+++. En la actualidad la economía que rige a las
empresas detrás del _modo moderno_ de hacer cultura no son el
ofrecimiento de productos o servicios, sino la recaudación, destilación
y capitalización de la información generada por sus usuarios.
Este modelo económico no ha pasado inadvertido, incluso varios
agentes en el sector cultural han ejercido funciones miméticas
---en la mayoría de los casos ignorando el contexto geopolítico
por el cual dicho modelo es posible---.
Esta disparidad económica entre quien produce y quien distribuye
tiene una larga historia que se correlaciona al proceso histórico
que constituyó y puso a la +++PI+++ en el centro de la +++PRDC+++
de bienes culturales, con especial atención a los derechos de
autor.
Nos encontramos en la Inglaterra del siglo +++XVII+++, sin importar
qué tan ajeno es para nosotros este contexto. La Honorable Compañía
de Impresores y Periódicos, la organización de los gremios editoriales
londinenses, está en conflicto abierto con sus pares escoceses.
¿El problema? Los impresores de Escocia están reproduciendo sus
ediciones sin su consentimiento ---lo que luego se conocería
como «piratería»---. ¿La solución? La Compañía demanda ante la
Cámara de los Comunes la generación de una legislación que garantice
la propiedad de las obras a perpetuidad.
Antes de ello los textos se habían protegido mediante privilegios
reales, un mecanismo legal un tanto anacrónico ante un clima
cultural que abraza la lluvia secularizadora y _anti-establishment_
cada vez más intensa de la Ilustración. La Cámara se percata
del capital político que tiene la osada propuesta de la Compañía.
Esta legislación, entre otras, será el ejercicio de un poder
que demarcará las facultades políticas y su posición dentro del
Estado, ya que desplazará el poder real sobre la +++PRDC+++ de
libros, una industria de alta importancia en la esfera pública
y cultural de Inglaterra.
Pero la Cámara también quiere delimitar el poder político de
la Compañía. Al hacerlo, no solo hará patente su autonomía ante
la autoridad real, sino que también será un agente con una fuerte
influencia en la industria del libro. Recuerda, estamos en el
siglo +++XVII+++, gran parte de la difusión del conocimiento
y la cultura se concretiza a través del comercio de textos.
Entonces, la propuesta de la Compañía sufre una _pequeña_ modificación.
La Cámara permite que jurídicamente el libro se considere una
propiedad, pero con protección caduca. La producción cultural
como propiedad obtiene un matiz claro en esta decisión. La propiedad
como control efímero tiene su antecedente en esta nueva manera
de hacer política. Así se promulgó el Estatuto de la Reina Ana
---el nombre es para honorarla, ya que no tuvo una participación
activa en el proceso---: la primera legislación de _copyright_,
una acción jurídica moderna, un ejercicio del poder que hace
de lado los supuestos derechos naturales de impresores, libreros
y mercaderes.
¿Cuáles fueron las consecuencias de esta _minúscula_ modificación?
Primero, una acalorada confrontación entre la Cámara y la Compañía:
la lesgislación era para protegerlos, no para su restricción.
En su primera legislación, el _copyright_ tenía una duración
de catorce años _después de publicada la obra_ y si y solo si
era registrada ---en la actualidad la duración abarca un mínimo
de cincuenta años, por lo regular setenta y cinco o, como sucede
en México, de hasta cien años _después de la muerte del autor_
y sin necesidad de registro---. Ante ello, la Cámara permitió
un segundo periodo que extendía su protección por otros catorce
años adicionales, siempre y cuando se volviera a registrar.
Segundo, sentó las bases jurídicas modernas dentro de la +++PRDC+++
cultural para el resto de las naciones europeas. Así vemos el
surgimiento de legislaciones similares en Francia ---que Proudhon
ya había denunciado, pero nadie lo escuchó---, Alemania, España
y Portugal. También Estados Unidos legislaría de modo análogo,
aunque durante décadas precisó de la piratería escocesa para
la alfabetización de su población, debido a la carencia de infraestructura
para satisfacer las demandas de impresión. El proceso no fue
inmediato, duró la menos dos siglos. Tampoco fue uniforme, la
homogeneidad en materia de derechos de autor es una consecuencia
decimonónica del Convenio de Berna ---como también es responsable
del engrosamiento cualitativo y cuantitativo en esta materia---.
Tercero, _al menos_ dio forma jurídica a los actores dentro de
la +++PRDC+++ de bienes culturales. Se trata de un marco donde
la producción cultural se organiza en cuatro grandes esferas.
Una es la del distribuidor y el reproductor cuya tarea es la
reproducibilidad y la difusión de los productos culturales; ¿en
dónde reside su autonomía?, en el control de los medios de producción
y en la centralización de la extracción de plusvalía. Por otro
lado está el «público», el cual se caracteriza por el uso, el
consumo y la crítica ---por lo general en privado, por muy paradójico
que esto sea--- hacia los bienes culturales y cuya autonomía
es relativa a su capacidad de acceso a la cultura.
Por supuesto el Estado es otra esfera, una que yace en el fondo
y cuya función específica es velar y supuestamente regular las
relaciones mercantiles establecidas por el resto de las esferas.
Por último, está la esfera del productor o, como gusta autodenominarse,
del _creador_. Nótese cómo este sale a relucir justo hasta ahora.
Antes del giro moderno en el quehacer cultural, el productor
se percibía en una función subordinante o plenamente dependiente
al área de influencia del reproductor. El productor no se recluía
en una habitación, sino que llevaba a cabo su ejercicio en un
taller o en compañía de otros.
Cuarto, la atribución y la apropiación del texto empieza a recaer
sobre el mismo sujeto. Antes de la «modernización» del quehacer
cultural el productor del texto ejercía una función atributiva
que permitía evaluar y conservar el conocimiento presente en
un texto. Sin embargo, este no era propietario y, en su lugar,
la apropiación era una función llevada a cabo por el mercader,
el librero o el impresor que desde Fenecia se tiene antecedente
de tratar al texto como un bien comercial.
Foucault en _¿Qué es un autor?_ acierta en descubrir las dos
grandes características de la «función-autor» ---que deshebró
en cuatro---, pero se equivoca en su localización histórica y
geográfica ---que Chartier hace notar---, así como en la cantidad
y tipo de apropiaciones. Además de la apropiación penal o legal
de un texto a un autor, también existe una apropiación comercial
que a partir del giro moderno en la cultura permite la gestación
de la autoría. Autor era quien la inquisición juzgaba por un
texto profano, quien la autoridad real indicaba que tenía un
privilegio pero también quien la autoridad estatal designa como
el _propietario_ de su _producción_.
Es decir, la autoría en la manera en como hoy la entendemos surge
a través de tres actos del habla: la mención de la atribución,
la sentencia por herejía o la formulación de un contrato. El
autor es una anacronía: jamás ha tenido tiempo más allá de los
actos de habla que lo instituye. La autoría es una invención
moderna, no por el giro jurídico dentro del quehacer cultural
ni por su relación a un marco occidental, sino porque su «realización»
implica un régimen de propiedad ajeno a la organización feudal
y debido al supuesto del cual depende: la capacidad de nuestro
lenguaje para la constitución de realidades y no solo para su
descripción. Barthes acierta en sospechar sobre la función que
la autoría ejerce sobre un texto, pero no podemos concluir junto
con él que el autor ha muerto. Nos es imposible asesinar a lo
que nunca ha tenido vida: el autor es un fantasma. Un espíritu
que se alimenta a través de la tradición oral y textual como
_una_ técnica para la +++PRDC+++ de nuestra cultura.
Estas dos últimas consecuencias se nos presentan hoy en día con
mayor urgencia. El marco que percibe al quehacer cultural a modo
de esferas es problemático. Su carácter sintético simplifica
y reduce la realidad del quehacer cultural. El desfase entre
lo que las leyes permiten y lo que las nuevas tecnologías hacen
posible le acompaña otra asincronía: lo que la teoría ha formulado
para describir una realidad que se le ha escapado de sus manos
---o que jamás estuvo bajo su mando, pero que así lo supuso---.
Sin embargo, pese a esta crisis conceptual, desechar una teoría
en pos de otras nuevas ---como pretenden varios teóricos de la
+++PI+++ para justificar al mismo tiempo que describir la situación
actual de la +++PRDC+++ cultural--- no implica necesariamente
la posibilidad de una mejor comprensión.
Aún no hemos contestado cómo, teniendo los recursos técnicos
a un mayor alcance en comparación con otros tiempos, los obreros
de la cultura continúan con una subjetividad de dependencia «creativa».
A partir de las fisuras, las lagunas y las concientes omisiones
de subyacen en este marco cabe la posibilidad de emplear sus
categorías para profundizar y al menos comprender el complejo
entrelazamiento entre figuras que se suponen esferas pero que
actúan como mecanismos aislados y al unísono omnipresentes en
el quehacer cultural.
Uno de estos mecanismos que se relacionan a la última concecuencia
son las funciones llevadas a cabo por la autoría. Gracias a los
movimientos en pos de los bienes comunes y al quehacer de la
crítica de la cultura es cada vez más claro que la apropiación
no es una función esencial para la autoría o, de serlo, deja
de haber autor y obra cuando el trabajo no emplea al mercado
como eje fundacional para el texto o la pieza artística. La capacidad
de apropiación del producto cultural por parte de su productor
cuenta con una historia, rastreable mas quizá no asimilable a
la historia del _copyright_.
Pero ¿qué hay de la atribución? Ni siquiera Foucault fue claro
respecto a su historicidad. Si la función mínima de la autoría
reside en la atribución, es decir, en la relación de un nombre
de autor con un producto y con ello el surgimiento de la obra,
ha de existir por lo menos un empleo concreto que justifique
dos cuestiones: ¿por qué se la supone relevante en el quehacer
cultural contemporáneo?, ¿por qué se restringe su ejercicio al
autor y su obra?
La tradición humanística siempre ha estado bajo la inspección
y la sospecha de otras tradiciones. Frente a la tradición animalista
justificó el centro de reflexiones en nuestra especie. Frente
a las tradiciones religiosas ha debatido que ninguna quimera
podrá salvarnos. Frente a la producción científica de conocimiento,
se ha valido de la humanidad de nuestra especie para justificar
la subjetividad e intersubjetividad de su discurso, que lo hacen
distinto a cualquier otro tipo de discurso.
La atribución ha sido _una técnica_ que ha permitido la preservación
y la difusión de los conocimientos y la sensibilidad producto
de esta tradición. El acompañamiento de una obra con un autor
ha facilitado la transmisión, la reproducción y la generación
de ideas, conceptos y preceptos. Sin embargo, la idea, de ser
acompañada por una persona pasó a ser comandada: la idea y _su_
persona. Lo que empezó como una subordinación ahora ha devenido
en una personificación: la persona y _su_ idea.
A partir del carácter accidental de la apropiación, el texto
y la pieza artística, antes productos de técnicas, han transmutado
en obras cuya creatividad del autor le otorga no solo de una
génesis material, sino también de significado y de sentido. Existe
un salto cualitativo y sin mención expresa de su justificación
entre una actividad productora y una acción creadora. La creación
es una categoría metafísica que mienta un «dar a luz» o una generación
_ex nihilo_. Ninguna de estas dos hace evidente el contexto social,
político y cultural en el que un texto o una pieza artística
es construido. En su lugar elimina todas estas capas que otorgan
significado y sentido a la producción cultural por una relación
íntima, de parentezco y erótica entre el autor y su obra.
El deseo vehemente de que al autor se le reconozca a partir de
un ejercicio que supone realizarlo en privado y del cuál tiene
su temple en poco o en nada se asemeja a la necesidad de conservación
de una tradición. Las tecnologías al servicio del conocimiento
o afectos humanísticos no eran capaz de transmitirlos en el soporte
mismo sin correr el peligro de una pérdida de sus coordenadas
espaciales y temporales que permiten una mayor inteligibilidad.
El ejercicio técnico de asociar una idea o un afecto con un nombre
---no siempre una persona de carne y hueso---, y por ende de
una historia, fue una manera de evitar la degradación de sus
discurso a través del tiempo.
No obstante, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación
están acercando un horizonte donde el producto en sí mismo puede
contener esa referencia espaciotemporal y contexual. Es decir,
aunque aún impracticable, ya hay pautas para pensar en un tipo
de atribución cuyo fundamento resida en el mismo objeto atribuido.
Con ello se palpa la posibilidad de prescindir del autor.
Bajo semejante hipótesis existen una serie de consecuencias interesantes.
Si la atribución es la última función aún sin historización plena
que justifica la existencia de la autoría, pero esta a su vez
puede ser un mecanismo que no requiera de ningún nombre para
establecer su posición dentro de nuestra cultura, entonces esta
función no requiere esencialmente de ninguna autoría. Ante ello,
el autor pasa a ser una clase vacía, ya poco operativa ante el
nuevo contexto técnico y tecnológico de la producción cultural.
Pero esto no quiere decir que no tenga su ubicación en un sentido
ideológico. Foucault habló de las funciones de atribución y de
apropiación como características mínimas para la función-autor.
No obstante, además de estas, la autoría tiene una función ideológica,
la cual perpetúa un imaginario que invisibiliza la realidad material,
social y política por una concepción que tiene valía en la intimidad
de su ejercicio. Elemento ya indemostrable, porque esto implicaría
una salida de esa esfera erótica del autor y su obra.
Debido a estas características, cuando se habla de metafísicas
de la creación nos referimos a la justificación intrínseca para
la autonomía de una esfera que se supone cualitativamente distinta
al resto del ecosistema de la +++PRDC+++ cultural. A saber, la
esfera del productor que una y otra vez se constituye como creador
a través de los actos del habla. Sin embargo, desde un ámbito
extrínseco, la individuación de un agente dentro de la cadera
de producción cultural masiva semeja más a una actitud que a
un hecho.
El problema de esta denominación es su connotación negativa:
la metafísica de la creación es una de las condiciones para la
alienación del productor cultural. En defensa puede decirse que
la negatividad de este sitagma recae principalmente en la creación.
La sustitución de la materialidad, la cual un discurso adquiere
las posibilidades para su intelección, por un carácter irrisorio
de lo que es la producción cultural tiene como consecuencia un
productor incapaz de intelegir los mecanismos de extracción de
su plusvalía que tiene cada vez que ejecuta las técnicas de su
quehacer. Existen también mundos aún no concretos y quizá jamás
realizables que funcionan como guía para muchos productores que
ya tienen una clara conciencia de su ubicación y su función dentro
de la maquinaria jurídico-política de la producción cultural.
No por ello dejan de ser metafísicas, pero sí abandonan los supuestos
de que la producción es creación y de que la creación es apropiación.
FALTA ABORDAR LAS TECNOLOGÍAS